Milagro fiscal en Euskadi: una pequeña reforma inyecta 30.000 euros más al partícipe

Sorpresa absoluta. A partir de ahora, en Euskadi, rescatar un plan ya no implica ver cómo Hacienda te arranca de un zarpazo entre el 35 % y el 45 % de lo acumulado. No. Lo que hace la nueva norma foral es considerar el rescate como lo que es: una recuperación de dinero ahorrado durante décadas, no una renta del trabajo. Se tributa solo por el rendimiento, no por el capital, y aun así solo sobre el 60 % de ese rendimiento, y además en la base del ahorro, con tipos razonables. No con la tabla general, que es una trituradora implacable.

Pongámoslo con números, porque es donde duele: un ciudadano vasco que rescate 100.000 euros (pongamos 50.000 de aportación y 50.000 de rentabilidad) pagará en torno a 6.600 euros en impuestos. En el resto de España, ese mismo ciudadano puede llegar a pagar entre 35.000 y 40.000 euros. La diferencia son 30.000 euros de dinero que era suyo, y que ahora, por fin, no le... iba a decir roban. Porque sí: estamos hablando de un un robo fiscal disfrazado de legalidad.

Durante años se nos ha dicho que el capital no tributa dos veces. Que solo tributa el rendimiento. Pero esa verdad técnica esconde una injusticia práctica: todo el rescate se sumaba a la base general del IRPF, empujando artificialmente los tramos y castigando también otras rentas legítimas (una pensión, un alquiler, un ingreso residual). En la práctica, sí era una doble tributación. Y una triple, si contamos el efecto marginal.

Llámenlo como quieran: tributación repetida, confiscación, expolio, penalización silenciosa... Da igual. El resultado era siempre el mismo: el Estado te castigaba por haber sido previsor. Por no haber gastado. Por no haber vivido al día. Y eso, además de injusto, es perverso.

El nuevo modelo vasco corrige algo esa perversión. Separa con claridad la aportación del rendimiento. Bonifica el rendimiento en un 40 %. Lo traslada a la base del ahorro. Y si optas por cobrarlo en forma de renta periódica a largo plazo o vitalicia, incluso puede quedar exento. Se protege al que planificó. Se da certidumbre. Se dignifica el esfuerzo.

Y lo más importante: no hay populismo. No hay trampa. No hay dumping fiscal. Solo sentido común aplicado con valentía política.

¿Por qué no se hace esto en el resto de España? ¿Qué lo impide? ¿La inercia? ¿La cobardía? ¿El miedo al coste fiscal inmediato? ¿O quizá esa tibieza política que tanto daño hace, esa incapacidad de reconocer que las cosas, cuando están mal hechas, hay que cambiarlas? Lo cierto es que no hay excusa. Lo que ha hecho el País Vasco puede hacerlo cualquier comunidad si se reforma la normativa estatal. Lo puede hacer el Gobierno si deja de mirar a corto plazo. Y lo debería hacer ya.

Porque no se trata solo de justicia fiscal. Se trata de crear cultura de ahorro, de proteger la previsión social complementaria, de liberar capital para invertir en economía real. Apostar por la generación de capital. Lo que ha hecho el País Vasco es también un gesto estratégico: reconoce que hay más de 4.000 millones de euros en planes y EPSV esperando destino, y que mejor que acaben en empresas, vivienda o consumo razonable, que en las arcas de una Hacienda voraz.

¿Alguna vez se ha siquiera planteado esto para el territorio total" data-news="822493" data-url="/vsr"/>